Advertencia. Esta entrada la hago desde mi opinión personal y mi propia perspectiva y experiencia. Si de verdad necesitas información sobre la motivación por cuestiones de ayuda, mejor recurrir a profesionales. Esto NO es un artículo científico al respecto. Aunque me gusta mucho el tema de la motivación, no me considero lo suficiente formada al respecto. Si tienes sugerencias o alguien que hable de motivación y te guste mucho, será un placer saber de ello.
Advertencia 2. Esto es una primera parte que va más vinculado a la motivación cuando ya sabes lo que quieres y tienes que recordártelo de vez en cuando. Además, es sobre la motivación propia, NO sobre crear motivación en tus alumnos. Al ser un tema que da para mucho y se estaba haciendo largo, los tips para motivarte a pequeña escala con esas cositas que tienes que hacer para lograr tu objetivo, pero no te gustan, caerá próximamente.
Una de las preguntas que más me han hecho esta cuarentena (y estos meses de oposición también) desde diversos lados ha sido cómo conseguía motivarme para estudiar todos los días y tantas horas, ya no solo en la cuarentena (que, sinceramente, en mi ritmo de estudio ha sido un desastre) si no siempre. Y tengo que reconocer que tengo sentimientos encontrados con la «motivación». Por norma general, soy una persona entusiasta lo que se traduce en el mundo académico en un «o me gusta lo que hago o se va a pique». Por eso, soy defensora de que la motivación es esencial. Sin embargo, no creo (y hasta ruedo los ojos, no lo voy a negar) cuando me hablan de motivación como la panacea, como esa cosa que es la razón de todas tus virtudes. La motivación no te levanta por las mañanas y te sienta a estudiar, pero hace que quieras levantarte por las mañanas y ponerte a estudiar. Ahí radica la diferencia para mí. Supongo que, al final, es lo mismo que pasa con la «inspiración». Son más que necesarias, pero un mal entender de ellas puede llevarte a confiarles una acción que parte de ti, de tu fuerza de voluntad, disciplina y perseverancia. Digamos que es como la gasolina de un coche, lógicamente sin ella no funcionaría, pero si solo tienes gasolina y te faltan la ruedas, el motor, las direcciones y las nociones de conductor para llevarlo a alguna parte, ¡sorpresa!, no vas a llegar a ningún lado. Lógicamente, sin la gasolina tampoco.
Una vez que ha quedado claro que (para mí) la motivación no son los pajaritos cantando por la mañana de la Cenicienta o los chorrocientos animalitos que acompañan a Blancanieves mientras limpia, si no, más bien, la canción «Parte de tu mundo» de La Sirenita, voy a contarte cómo invoco yo la motivación. Para mí lo principal es conocer mi objetivo/meta y desearla.
La motivación me eriza la piel, me deja una sensación de abrazo profundo, me hace sentir plena y me hace respirar mejor. Supongo que eso es lo que se busca cuando la gente se motiva: la gasolina para que todo lo demás funcione. Pero estar así no me va a dar una plaza, estar así solo va a hacer que me apetezca pelear la plaza. Que, sinceramente, puede ser uno de los factores más importantes para hacer algo en esta vida.
Hay muchas, de verdad, muchísimas maneras de encontrar la motivación. De hecho, bajo mi punto de vista, si no logras encontrar la motivación por algo durante un largo periodo de tiempo, algo está fallando e, igual, hay que ponerle solución de alguna manera o pedir ayuda. La motivación no tiene por qué ser algo maravilloso y chachipistachi que te ilumine los ojos al hablar, igual es una fuerza dentro de ti que lleva más de necesidad y cabezonería. Es un poco como el patronus en Harry Potter, todos pueden llegar a formularlo, pero no es igual para nadie, aunque puedan parecerse. Si entiendes igual que yo que la motivación es algo que te hace vibrar y querer luchar, las formas de invocarla son, en verdad, hasta placenteras. Incluso, a veces pueden llegar a darte uno de esos momentos súper profundos contigo misma.
Para mi la mejor manera de reencontrarme con mi motivación es focalizar lo que quiero y dejar volar mi imaginación. Tan sencillo como eso. Si ya sabes lo que quieres, claro. Tu plaza, el trabajo de tus sueños, aprobar es maldita asignatura, sacarte el carnet de coche, escribir tu libro, tocar en el bar de tu pueblo, hacer una fiesta legendaria...¡cualquier cosa! Está claro que quieres algo, pues suéñalo. Imagínate en ese ansiado destino, qué harías, por qué lo quieres, qué te dirá la gente, qué pensarás de ti mismo... absorbe la felicidad creada que te embarga y, entonces, sé consciente de lo que tienes que hacer para llegar a ello y ponte las pilas. Para mí esa sensación vale oro, porque es lo que me hace estar dispuesta, pese a las mil cosas que me parecen terribles, a pasar por el aro. Imaginarme dando clase, imaginarme con mi libro entre las manos, imaginarme siendo feliz... es lo más motivador del universo cuando tienes un sueño. Este proceso es un poco al estilo de la «magia simpática», una teoría de práctica propiciatoria del arte prehistórico (vaya ejemplos que estoy poniendo, la plaza as a bisonte). Por ello, también puede ayudar tener una fotografía o imagen que represente dónde quieres llegar o lo que quieres lograr. También, si ya has vivido la experiencia (por ejemplo, unas prácticas), tener anotado por algún lado lo que recuerdes de aquel tiempo y cómo te sentías, también suele venir bien para recobrar fuerzas. Igual hasta escribir lo que sueñas para tenerlo a mano en los momentos que cuentas imaginar. Hasta en los días más oscuros, en las conversaciones desesperanzadas y en la impaciencia, un pensamiento a lo que puede ser ayuda mucho. Pero cuidado con las expectativas, la decepción de no conseguirlo puede pasar factura. Hay que ser realistas, coherentes y conscientes, cada uno tiene su realidad y suelen existir muchos factores en torno a los sueños que no podemos controlar. No voy a soñar con tener la mansión de Kylie Jenner (o sí de manera fantasiosa y sin generarme una necesidad), pero puedo soñar con tener un despacho en mi futura casa. Digamos que si bien no creo que «si quieres, puedes», si creo que «si quieres, peléalo y, posiblemente, lo tengas».
¿CÓMO ENCONTRAR A TU MOTIVACIÓN CUANDO ESTÁ DE VIAJE POR EL CARIBE?
Maneras de invocarla y advertencias para no llegar a creer que puedes tocar el sol sin salir ardiendo.
Hay muchas, de verdad, muchísimas maneras de encontrar la motivación. De hecho, bajo mi punto de vista, si no logras encontrar la motivación por algo durante un largo periodo de tiempo, algo está fallando e, igual, hay que ponerle solución de alguna manera o pedir ayuda. La motivación no tiene por qué ser algo maravilloso y chachipistachi que te ilumine los ojos al hablar, igual es una fuerza dentro de ti que lleva más de necesidad y cabezonería. Es un poco como el patronus en Harry Potter, todos pueden llegar a formularlo, pero no es igual para nadie, aunque puedan parecerse. Si entiendes igual que yo que la motivación es algo que te hace vibrar y querer luchar, las formas de invocarla son, en verdad, hasta placenteras. Incluso, a veces pueden llegar a darte uno de esos momentos súper profundos contigo misma.
Para mi la mejor manera de reencontrarme con mi motivación es focalizar lo que quiero y dejar volar mi imaginación. Tan sencillo como eso. Si ya sabes lo que quieres, claro. Tu plaza, el trabajo de tus sueños, aprobar es maldita asignatura, sacarte el carnet de coche, escribir tu libro, tocar en el bar de tu pueblo, hacer una fiesta legendaria...¡cualquier cosa! Está claro que quieres algo, pues suéñalo. Imagínate en ese ansiado destino, qué harías, por qué lo quieres, qué te dirá la gente, qué pensarás de ti mismo... absorbe la felicidad creada que te embarga y, entonces, sé consciente de lo que tienes que hacer para llegar a ello y ponte las pilas. Para mí esa sensación vale oro, porque es lo que me hace estar dispuesta, pese a las mil cosas que me parecen terribles, a pasar por el aro. Imaginarme dando clase, imaginarme con mi libro entre las manos, imaginarme siendo feliz... es lo más motivador del universo cuando tienes un sueño. Este proceso es un poco al estilo de la «magia simpática», una teoría de práctica propiciatoria del arte prehistórico (vaya ejemplos que estoy poniendo, la plaza as a bisonte). Por ello, también puede ayudar tener una fotografía o imagen que represente dónde quieres llegar o lo que quieres lograr. También, si ya has vivido la experiencia (por ejemplo, unas prácticas), tener anotado por algún lado lo que recuerdes de aquel tiempo y cómo te sentías, también suele venir bien para recobrar fuerzas. Igual hasta escribir lo que sueñas para tenerlo a mano en los momentos que cuentas imaginar. Hasta en los días más oscuros, en las conversaciones desesperanzadas y en la impaciencia, un pensamiento a lo que puede ser ayuda mucho. Pero cuidado con las expectativas, la decepción de no conseguirlo puede pasar factura. Hay que ser realistas, coherentes y conscientes, cada uno tiene su realidad y suelen existir muchos factores en torno a los sueños que no podemos controlar. No voy a soñar con tener la mansión de Kylie Jenner (o sí de manera fantasiosa y sin generarme una necesidad), pero puedo soñar con tener un despacho en mi futura casa. Digamos que si bien no creo que «si quieres, puedes», si creo que «si quieres, peléalo y, posiblemente, lo tengas».
Otra opción que a mí me inspira y motiva mucho es leer testimonios. Me encanta ver a otra gente que tenga sueños iguales o parecidos a los míos y que cuenten sus experiencias o te enseñen pizquitas de cómo es alcanzar esa meta. Me gusta conocer el camino de otros (tanto los «en proceso» como los «logrado»), sus experiencias, sus sentimientos y su manera de verlo porque, al fin y al cabo, nos dan perspectiva de lo que nosotros estamos haciendo. La motivación puede estar muy vinculada a la inspiración. Aquí la precaución está clara: no te compares. Estás buscando modelos, experiencias y otras perspectivas, pero no vas a seguir los pasos de nadie al dedillo, tus circunstancias siempre van a ser personales y el contexto cambia. Esta precaución también vale cuando buscas estos testimonios más allá de la realidad, es decir, cuando vuelves a ver esa película o serie que te inspiró (quién no ha soñado con que se te suban encima de una mesa al grito de «oh, capitán, mi capitán») o leer esas páginas que te hicieron sonreír (aka yo enamorándome de cada profesor/mentor que sale hasta en los libros de fantasía; hola, Rothen; hola, Elodín; pero también libros de no ficción como los cómic de Maestra de Pueblo dónde te ves reflejada o libros de técnicas metodológico o de tu materia contada de una manera brillante). Por supuesto, también recordar a gente que te inspiró y puedes considerar role model (saludos a mi profesora de latín <3).
En relación a ello, tampoco hace falta tener un role model para que una persona te motive. A mí me motiva mucho la gente que tiene proyectos y que se apasiona por sus cosas. Me flipa escuchar a otras personas hablar de lo que les gusta y eso, al final, me carga a mí de energía y motivación. La gente de mi alrededor me inspira, lo que siempre será un punto a favor cuando tienes un objetivo a larga distancia. Compartir puede ayudar mucho. Por ello, el método tradicional de una cervecita de terraceo con los amigos o esa conversación megaprofunda en la discoteca, por la que luego al llegar a casa mandas un mensaje emotivo, también pueden devolverte la motivación. Hablar con tu gente de sueños siempre motiva. Unas te inspiraran, otros te recordarán lo que es la constancia, algunas la ilusión de defender lo que sueñas, varios te enseñarán nuevos caminos y tú reactivarás las ganas. A mí estas cosas me dan la vida.
Existen, por supuesto, maneras más concretas y las opciones siempre son múltiples. A mí también me suele ir bien recordar cuánto he hecho ya. A veces la motivación se nos escapa porque olvidamos, olvidamos por qué empezamos y hasta dónde hemos llegado ya. Saber qué puedes hacer las cosas suele ayudar, por ello, echar la vista atrás y rememorar tus logros pasados suele ayudar. Te recuerda que tienes la capacidad de alcanzar lo que te propongas y, además, vuelves a pensar en cómo lo hiciste, por si algo de entonces se puede descansar. Y no tiene por qué ser un logro gigante o una meta relacionada, de todo hemos aprendido. Recordar que hay sueños que ya se han cumplido suele animar a seguir ampliando la lista. Siempre, por supuesto, con la consciencia de que la historia NO se repite al dedillo, que los plazos no tienen necesidad de ser los mismo y que igual sí hay cosas que hay que mejorar de cuando lo hiciste la última vez.
También puedes alejarte para tomar consciencia, a mí este año me venía genial la escapada mensual que hacía porque me paraba un poco, me daba tiempo para asimilar lo que estaba haciendo y cómo iba y, luego, volvía con muchas ganas. O puedes mimarte. Cuando me doy un día o un ratito para mí, me es más fácil volver a ver el objetivo y por qué lo quiero. Después de todo, cuando estás bien y recargas fuerzas, la motivación suele volver a tu mente para acompañarte y dejarte ver que hay algo más que quieres hacer. Además, puedes hacer cosas relacionadas que te gusten o apetezcan, igual tienes un día chungo y no te apetece estar estudiando ocho horas seguidas. Siempre hay cosas que pueden venirte bien y devolverte la motivación. Igual es el momento de leerte ese libro que crees que te ayudará en las prácticas, hacer ese minicurso, repasar un tema distinto al que toca, etc. Es hacer algo que tenga que ver con esas tareas que tienes que hacer pero para las que no estás motivada, y recuperar la motivación. Es volver a estar a gusto con lo que haces. Pero, claro está, sin pasarte no vas a estar cada dos días de viaje o cada tarde dándote un baño de espuma, el tiempo es oro para cumplir los sueños.
En conclusión, la motivación puede recuperarse y volver a sentirla cuando parece que ha desaparecido. La motivación, en el fondo, puede irse de vacaciones, pero siempre podemos traerla de vuelta.
En conclusión, la motivación puede recuperarse y volver a sentirla cuando parece que ha desaparecido. La motivación, en el fondo, puede irse de vacaciones, pero siempre podemos traerla de vuelta.
ADVERTENCIA MÁXIMA: Sin embargo, la motivación no es algo perenne. No todos los días vas a estar igual de motivado, no todos los días vas soltar un gran suspiro digno de película romántica, ni vas a visualizarte ganando un premio o yo que sé. Por eso, no puedes depender de la motivación palpable para hacer algo. Es cierto que la motivación nunca te va a abandonar, yo nunca voy a dejar de querer la plaza, pero no puedo dejarlo todo a ese deseo. Las fuerzas tienen que venir de más lugares. Trabajar la perseverancia, la constancia y el esfuerzo junto a las ganas es la única «poción mágica» que te va a llevar a que un día dejes de soñar (mentira, soñarás otra cosa, así de bonito es el ser humano) y vivas/tengas el sueño.
¿Tú cómo recuperas la motivación?
1 Comentarios
Yo soy fan de leer opiniones ajenas de casos de éxito ¡son adictivas y sube mucho la moral!
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